Cuenca, una ciudad para vivir”, se denomina la iniciativa
tomada por varios actores locales respondiendo a los postulados de la “Red latinoamericana
de ciudades justas y sustentables”, de la cual forma parte. Sus autores
presentaron el diagnóstico sobre la calidad de vida en la capital azuaya, cuyo
objetivo central es el siguiente: “reforzar la voluntad de seguir adelante,
para que la educación, cultura, sistema de justicia, producción, deporte,
planificación y desarrollo humano, fortalezcan el sentido de identidad y
potencien la autoestima cívica. Son desafíos sobre los cuales hay que
reflexionar profundamente, si queremos convertirlos en destino, compromiso y
pasión de cada día”. Sus protagonistas buscan trascender la concepción clásica
de ciudad, como espacio urbano y arquitectónico que sirve de sostén a una
población, partiendo del aspecto organizativo y patrimonial construido a lo largo
de la historia. Quieren ir hacia la integración social de ese conjunto, donde
se involucran las memorias; deseos; signos de lenguaje; trueque no sólo de
mercancías sino de intenciones, deseos, recuerdos y esperanzas.
Pues bien, allí está el documento. Y ahora el desafío mayor es convertirlo en realidad, para que no vaya simplemente a engrosar los archivos comunales de cualquier entidad. Esta es una tarea conjunta que debe comenzar por la concientización personal. En efecto las encuestas recogen datos con frecuencia contradictorios, respecto a la satisfacción ciudadana que sin embargo reclama y protesta sobre un mismo tema. O bien endilga a las autoridades y organismos constituidos toda le responsabilidad del bienestar colectivo, mientras se niega a ser solidaria especialmente en el asunto de seguridad. Hay alabanzas para la democracia, el diálogo, la participación colectiva, siempre y cuando no perjudiquen sus intereses y las decisiones sean tomadas casi al instante. Los criterios recogidos demuestran que no ha cambiado el nivel de desconfianza hacia las entidades públicas, pese a que varias de ellas son de elección popular. Todo esto sucede en un ámbito predominantemente juvenil, pues el 51% de los consultados está comprendido entre veinte y cuarenta años de edad.
Debemos recordar que en este tipo de asuntos sobran los diagnósticos pero escasean las soluciones. Además cada entidad, especialmente en el análisis político interpreta a su manera la respuesta ciudadana. Más aún cuando se aproximan las elecciones, que comenzarán a encenderse después de seis meses como máximo. Conviene entonces insistir en la necesidad de complementar el mencionado estudio, con las acciones concretas a corto, mediano y largo plazos. Igualmente comprometer a todos los sectores para que conviertan las directrices trazadas en políticas de Estado.
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